lunes, julio 12


Estas manos que te esculpen presumiblemente mías entretejen resplandores y reflejos que nos son comunes. Aquí, en mi taller estás en plena juventud. Los músculos fuertes y tensos, la mirada segura del blanco de su destino. En tus manos rigurosas la honda y su piedra, con la que derribarás a tu mortal enemigo, Goliat, quien desde su altura, ni siquiera te sueña. Mas tú, valiente David sabes que una ausencia magistral te protege. Al igual que yo sientes al campo de batalla como el lugar donde se consumará tu obra. Pero cuando venzas, David, y ocupes tu trono recuerda que en el poder no reside la belleza

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